Alvaro es un hombre familiarizado con el dolor. Con una buena dosis de poesía, de realismo y, sobre todo, de fe, se acerca al dolor humano y al sufrimiento del espíritu como quien habla de un familiar.
Es un libro de meditación, o mejor, de oración. Saber subir al sufrimiento de Cristo, para bajar inmediatamente al sufrimiento del hombre; pero no baja con las manos vacías, sino ungidas con el aceite del consuelo que sana las heridas y llena de fortaleza.