¿De dónde han sacado que hoy por hoy todos se salvan negando implícitamente un lugar de expiación, o Pugatorio o infierno? El R. P. Thomas Muniesa de la Compañía de Jesús, calificador del Santo Oficio, nos responde en uno de sus sermones.
En San Mateo se oye de boca de Cristo aquel trueno: “muchos son los llamados, y pocos los escogidos”. En San Marco predicó la dificultad de salvarse los que tienen puesto su corazón en las cosas de la tierra; y el fruto del Sermón en los apóstoles fue mirarse y decirse: ¿Quién se salvará? Y nótese que, por más que los oyentes se espantaron, no por eso lo dejó Cristo de predicar. En San Lucas se comparan los buenos al grano de trigo, los malos a la paja; y ya se ve en el trigo, dice San Agustín, cuán incomparablemente es más la cantidad de la paja, que la cantidad del grano, y en el capítulo 12 sobre llamar Cristo a los suyos que son un pequeño rebaño los que se salvan, respecto del grandísimo número de los que se condenan.
Mucho hay que temer de los arrepentimientos tardíos, porque rara vez son como deben ser. Una conversión que venga justo en los últimos instantes de la vida es algo raro, engaño en el que caen muchos y escapan pocos. Dios dice: Les estoy llamando toda la vida, y convidando con el perdón, y se hacen sordos a mis voces, y ¿querrían que escuchase Yo las suyas allá a la hora de la muerte?